Si alguna vez has dudado de la existencia del paraíso, puedes estar seguro de que existe y se llama Madeira, un lugar conocido como la perla del atlántico que merece especial mención. Esta isla es la principal de la Región Autónoma de Madeira, archipiélago portugués volcánico formado además por la isla Puerto Santo, Islas Desiertas e Islas Salvajes. Su capital, Funchal, es el lugar de mayor actividad de la isla, con algo más de 110000 habitantes (2011). Sorprende la gran variedad de paisajes de esta isla de 58 km de largo y 22 km de ancho.
La historia de Madeira se remonta al siglo XV, cuando navegantes portugueses la conquistaron, si bien ya se conocía su existencia en el siglo XIV. Dado el alto potencial de la isla, los primeros pobladores se instalaron basando su subsistencia en la agricultura y la pesca. Crearon unos canales de agua a lo largo de toda la isla para hacer llegar agua de zonas donde abundaba a aquellas donde escaseaba. Son las conocidas levadas, que se extienden a lo largo de unos 1400 km. Para ello, tuvieron que despejar gran parte del terreno de los extensos bosques de Laurisilva, dada la abundancia de vegetación, que hasta entonces cubría casi toda la isla. Hoy en día se conservan numerosos parques ecológicos y reservas marinas.
La isla de Madeira ha recibido recientemente el premio al mejor destino para el turismo de islas del mundo (2015), y de Europa (2013 y 2014), y no es de extrañar cuando se descubren sus paisajes tan variados. Un paraíso natural para los amantes del trekking (senderismo), los acantilados, los valles y bosques inmensos, la fauna y flora exótica y el clima subtropical, donde cada lugar llenará de asombro y gustará más de lo imaginado.
Es recomendable alquilar un coche, e indispensable para sacar el máximo partido a toda la isla, ya que los autobuses no pueden alcanzar muchos lugares de la isla, y la independencia de horarios hace muy cómodos y llevaderos los recorridos. Sin duda es de gran ayuda llevar descargado en el móvil el mapa de Madeira (pudiendo hacerse desde Google maps), y conectar el GPS para ir 100% seguros en nuestras rutas. Aquí os dejamos una propuesta de itinerario para un viaje de entre siete y diez días llenos de experiencias inolvidables:
De un vistazo apreciamos la inmensidad de esta ciudad, que ocupa toda nuestra visión desde el puerto hasta las montañas altas, a donde se puede llegar en el teleférico de la ciudad. Al igual que en las demás poblaciones de la isla, en esta ciudad podéis apreciar la amabilidad de sus gentes y su gran experiencia como anfitriones de turistas, con un manejo del inglés en todos los rangos de edad incluso en las poblaciones más pequeñas, y una comprensión muy buena del español. Uno de los barrios más bonitos es el de la Zona Velha (zona vieja), con casonas antiguas y puertas decoradas con imágenes muy coloridas.
En la capital puede disfrutarse de una gran variedad de restaurantes que ofrecen comida típica madeirense: pez espada con plátano frito, migas con bacalao, espetada de carne a la barbacoa, pan con mantequilla de ajo (“bolo do caco”), así como el bollo de miel, poncha y el vino tradicional de Madeira. Gastronomía exquisita que no podemos dejar de degustar, a un precio además asequible de entre 8€ y 12€ por menú (2016). Muchos restaurantes ofrecen actuaciones en directo de los tradicionales fados, llamando la atención el ambiente musical de la ciudad.
Otro lugar donde podemos apreciar la alimentación y flora de la isla es el Mercado de los labradores, donde se pueden adquirir frutas tropicales, pescado, carne y flores exóticas, entre otros. Son también famosos los carros de cesto de mimbre, en los que se puede bajar las empinadas cuestas de la ciudad llevados por los carreiros do Monte, hombres que antiguamente transportaban comida de esa manera.
Visita obligada requiere el Jardín Tropical Monte Palace, antiguo hotel del siglo XVIII convertido en un enorme jardín de 7 hectáreas por José Berardo, inspirado en un viaje a China y Japón. Este lugar envuelve al visitante con vegetación tropical de diferentes lugares del mundo, jardines y estructuras japonesas y chinas, templos, esculturas budistas, lagos con carpas Koi, cisnes y pavos reales, cerámicas narrando las relaciones entre portugueses y nipones, la flor de Madeira o flor del ave del paraíso (Strelitzia reginae, que florece en muchas zonas de la isla), las gigantes secuoyas americanas, antiguos azulejos de Portugal, un museo de arte africano y otro de minerales y piedras preciosas.
Junto a este emplazamiento se encuentra el Jardín botánico de Madeira, donde se encuentran árboles de Laurisilva, flores exóticas, plantas comestibles y algunas especies endémicas de la isla. Ambos jardines están comunicados con el paseo marítimo de Funchal mediante el funicular. Además, cada sábado durante el mes de junio se puede presenciar un espectáculo de fuegos artificiales, siendo famosos por haber obtenido el Record Guinness de los mejores del mundo en Nochevieja de 2006.
Este pueblo pesquero está a escasos kilómetros de Funchal, y se caracteriza por el colorido de sus pequeñas embarcaciones y por ser un lugar muy acogedor, tanto que el mismo Winston Churchill se alojó allí tras la Segunda Guerra Mundial. Aquí se puede disfrutar de bacalao y sable frescos. Junto a esta población se encuentra el Cabo Girão, un acantilado a 580 m de altura y uno de los más altos de Europa, con la característica de tener el suelo de cristal desde 2012 (denominando el mirador como “Skywalk”), donde da la sensación de estar sobrevolando la impresionante caída hacia el mar. Si se tiene tiempo, uno se puede acercar a Curral das Freiras (Valle de las monjas), un pueblo en un valle profundo entre altas montañas abruptas, cuyos habitantes viven principalmente de sus cultivos.
En este pueblo existe una zona de baño que disfruta de mucho sol, en un enclave entre altas colinas con plantaciones de caña de azúcar y plataneros. Es recomendable subir al hotel Estalagem da Ponta do sol sobre un acantilado y tomar un cóctel disfrutando del paisaje. En Ribeira Brava, el pueblo vecino, se puede hacer una parada para comer por 2€ una copiosa y deliciosa sopa casera además de otros platos regionales.
Desde aquí podemos acercarnos a Jardim do mar, una bella población y una zona de interés para bañistas, para la práctica del surf, el buceo y el snorkeling. No obstante, esta zona y Paul do mar sólo se recomiendan a surfistas experimentados por sus grandes olas de hasta 8 m, siendo más adecuada la costa norte para surfistas principiantes. Resulta muy curioso escuchar el oleaje en una de sus playas, ya que al igual al ser de cantos rodados crea un sonido muy característico al moverlos. similar al de unas castañuelas. Este fenómeno puede apreciarse en muchas de las playas madeirenses, siendo la mayoría de piedras y arena oscura. Otra zona de baño en esta región es la Playa de Calheta, que está formada artificialmente de arena dorada.
Para acceder al siguiente destino, la mejor opción es retroceder hasta Ribeira Brava y atravesar el centro de la isla, ya que los demás caminos son montañosos con carreteras estrechas de mucha pendiente. Incluso este recorrido por el centro de la isla es un regalo para la vista, gracias a su extensa vegetación de un verde intenso a lo largo de sucesivos valles.
De camino a Porto Moniz, podéis hacer una visita a las Cuevas de San Vicente y el Centro de vulcanismo, que pueden ayudar a entender el proceso de formación de la isla. Merece la pena hacer una pequeña parada en el pueblo de San Vicente y descubrir las numerosas cascadas que aparecen en sus acantilados sobre el mar, siendo la más famosa Véu da Noiva (Velo de la novia).
El pueblo de Porto Moniz es la población situada más al noroeste de la isla y es conocido por sus piscinas naturales de agua salada, formadas al entrar el agua del mar en unas rocas volcánicas en la costa. Éste es otro buen destino donde presenciar el atardecer.
El oleaje rompe contra estas bellas formaciones rocosas, entre las cuales se puede pasear y observar sus alrededores. Allí destacan las plantaciones en terrazas en las altas montañas y las vistas a las imponentes rocas de Ribeira da Janela.
Esta pequeña población está en una zona de total tranquilidad, el lugar ideal si buscáis un día de relax. Aquí se puede hacer una parada para coger aliento para lo que espera el resto del viaje. Con vistas a los acantilados de San Vicente y las rocas de Porto Moniz, el entorno recuerda a un paisaje hawaiano y ofrece unos atardeceres mágicos.
De camino a Porto Da Cruz, es muy recomendable un alto en el camino en el mirador de Boaventura y en el mirador de Guindaste, en Faial, con vistas al acantilado de Penha d’Aguia (Roca del águila).
En esta población existen varias playas, una de ellas junto a la Roca del águila en la que se imparten clases de Surf para principiantes. Este lugar es perfecto para alojarse cerca de las rutas de levadas y del Pico Ruivo, y existen al borde del mar unas bonitas piscinas artificiales de agua salada.
Dada su cercanía con el término municipal de Santana, puede resultar curioso visitar las conocidas Casas de Santana, antiguos hogares de agricultores.
Con 1861 m es el pico más alto de la isla, el cual ofrece unas de las vistas madeirenses más impresionantes. La ruta de ascenso es moderada (1,5h ida y vuelta) y comienza en el aparcamiento de Achada do Teixeira. Durante casi todo el ascenso estaremos inmersos en un campo de flores amarillas. El sendero está muy bien indicado y acondicionado, y llegando a la cima en día nublado sentiremos la magia de estar en las nubes.
A lo largo del camino se aprecia el vertiginoso cambio del relieve de la isla y la inmensidad de sus bosques. También hay una ruta al Pico Areiro, con 1810 m, el segundo más alto de Madeira, si bien esta ruta es más difícil y larga.
Las levadas son unos conductos de irrigación creados por toda la orografía de la isla para hacer llegar agua de unas zonas a otras. Una de ellas es la Levada de los balcones, que a través de una ruta muy fácil y corta sirve de guía hacia el precioso Mirador de Ribeiro Frío, un lugar perfecto para los aficionados a la ornitología con un entorno maravilloso que bien pudiera parecer el escenario de Parque Jurásico.
Pero hay más de 1000 km de levadas con senderos por los que descubrir el corazón de la isla. Otra gran ruta es la Ruta de las 25 fuentes, que termina con cascadas espectaculares y una laguna. Además se puede disfrutar de las levadas más emblemáticas de la isla en el sendero de Valle del Paraíso, en la Serra do Faial, o la Levada del Rey, todos ellos lugares con mucho encanto. Al recorrer las levadas, se descubren los bosques de Laurisilva. Este tipo de vegetación húmeda subtropical sólo ha sobrevivido a los cambios climáticos en zonas insulares, por lo que los bosques de Madeira comprenden una de las mejores reservas de este árbol en todo el mundo, que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad en 1999. Es también una zona de protección de aves, donde se encuentran especies endémicas como la paloma de Madeira (Columba trocaz).
En este lugar se puede hacer una ruta muy gratificante y de dificultad media debido a los fuertes vientos (8 km ida y vuelta en unas 3h, con un desnivel de unos 100 m en el Pico do Furado), caracterizada por las vistas impresionantes de los últimos acantilados de la isla que os dejarán sin aliento. Si el día está despejado se puede ver las Islas Desiertas y Porto Santo.
En esta zona apreciaremos el alto contraste de paisajes de la isla, ya que apenas encontramos vegetación, especialmente en el periodo estival. Por ello, es recomendable ponerse protección solar dada la exposición continua en esta zona. Además, existe la posibilidad de pasar una noche con permiso de acampada y hay una pequeña cala donde refrescarse y hacer snorkeling. Cerca de esta zona se encuentra el pueblo de Machico, donde se puede disfrutar de una playa de arena rubia.
En Garajau es recomendable disfrutar de la vista desde la bella escalera del Mirador de Cristo Rey, desde el cual se puede ver Funchal, cerrando nuestro viaje por toda la isla. Desde aquí se puede coger un teleférico para descender a la bella Playa de Garajau y bucear en las aguas cristalinas de la Reserva Natural Marina, viendo mantas y meros, entre otros peces grandes. Si bien es la única zona donde encontramos parking de pago (además del centro histórico de Funchal), el precio es económico y por la noche es un servicio gratuito. Además hay una amplia oferta de restaurantes en la zona, y si buscamos comer a un precio económico se puede tomar una pizza al más puro estilo italiano en “La Carbonara”, con personal muy amable.
Además, si hay tiempo es recomendable realizar una travesía en barco hasta Porto Santo (Puerto Santo), donde se puede disfrutar de largos paseos y baños por su playa paradisíaca de 9 km de largo. Existe la posibilidad de ir en velero cual pirata hasta las Islas Desiertas y disfrutar de la fauna marina de la zona, avistando delfines y ballenas. También es posible transportarse a los tiempos de Cristóbal Colón surcando los mares en una réplica de la Carabela de Santa María y darse un baño refrescante en aguas profundas y cristalinas.
Un último espectáculo para la vista será el comienzo de nuestro vuelo de vuelta, que al igual que el emocionante aterrizaje arrancará el aplauso de los pasajeros al piloto. Si os ponéis en el lado izquierdo del avión, seguramente os dirigiréis a toda la isla para dedicarle una última mirada y decirle un “hasta pronto”.
Debido a la corta longitud que tenía la pista del aeropuerto de Madeira (Aeropuerto Internacional Cristiano Ronaldo), en 1977 se produjo un accidente al no poder despegar un avión de pasajeros, precipitándose al mar. La pista se amplió sucesivamente, habiendo pasado de una longitud de 1600 m a 2781 m mediante columnas sobre el mar. Actualmente son seguros los despegues y aterrizajes y constituyen una atracción extra en este gran viaje.